Buenas a todos!
Por fin funciona la VPN y puedo acceder de nuevo al blog :D! No entraré en detalles, tan sólo diré que esto es Espar China, y la censura es algo con lo que tienes que vivir (junto con la comida picante, la canción que suena 24 horas en el Carrefour y con las pistas de hielo que son ahora las aceras de la calle).
Hoy os hablaré de la burocracia china. No la que existe en los grandes edificios donde tienes salas de espera y pantallas que muestran el estado de la cola. Me centraré en la pequeña oficina de registro policial que existe en el complejo donde vivo, acaudillada por la hermana malvada de Justin Bieber y una mujer con unos pelos grises de loca cuya única fuente de visión es un ojo diabólico que utiliza para intimidar (el otro se lo tapa la melena).
He tenido que ir tres veces: cuando llegué a Beijing, cuando acompañe a mi amigo Ilán y el otro día cuando mi compañera de piso tuvo que renovar su visado. La cuestión es que cada vez que cambias los papeles, tienes que re-registrarte. Así que vayamos por rondas, y observáis la evolución del proceso.
Ronda 1
Fuimos todos juntitos. Los cuatro nuevos internos que llegamos a Beijing + nuestro amigo Ilán + la falsa esperanza de que el Chino que habla nuestro amigo nos iba a servir de algo. Al entrar, pensé que no cabríamos todos en aquel zulo. Hubiera sido mejor plantar la oficina en una de esas cabinas de teléfono rojas británicas, donde la gente se hace fotos con el teléfono descolgado y cara de "antes no tenían iPhones y usaban estos artefactos". Anyway, la bienvenida no pudo ser más calurosa: un gruñido por parte de la hermana malvada cuarentona de Justin Bieber (os prometo que era igual) y la mirada demente de la loca del pelo del gris cuyos padres, todo sea dicho, fueran probablemente la señora Hidra y el señor Basilisco.
No relataré todo el proceso porque sería aburrido y lento. Sobre todo cuando utilizaban para fotocopiar lo que podría haber sido una máquina del tiempo porque, pese a no tener muy claro si permitía realizar viajes temporales, estoy de que el aparato estaba fabricado en los años 90. En uno de los momentos de aburrimiento noté como entraba un hombre que se parecía a alguien de una película y aguardaba en la otra punta de la habitación, a 30cm de nosotros (ya os digo que era muy pequeña).
Cuando parecía que ya íbamos a acabar, las cosas empezaron a ponerse divertidas.
- Salid todos de la oficina - dijo la loca de los pelos en chino, hablando de su antro como si del Palacio de Buckingham se tratase - menos tú, tú y tú.
Ni qué decir que yo fui uno de los "tú" afortunados.
Ni qué decir que yo fui uno de los "tú" afortunados.
- Shi Ban Ya shen me shen me!! - gritó el panadero de la película "La Bella y la Bestia" (sin barba, claro), hasta ahora calladito en la esquina, y con los mofletes rojos como tomates.
La cosa se animaba, y dos minutos de gritos, gruñidos y miradas pertubadas de las dueñas del cubículo hacia el misterioso nuevo concursante, nos bastaron para saber que él también estaba jugando a "regístrate-como-puedas".
- Creo que es vuestro casero - nos dijo Ilán a Paula y a mí - Y creo que tenéis problemas porque sois extranjeros y estáis viviendo en el mismo piso un hombre y una mujer y no estáis casados.
¡Habráse visto! Todos a la hoguera. Estuve incluso tentado de confesar que tenía un blog y que merecía que me arrestaran allí mismo. Al final, nos dieron un papel que tuvimos que firmar. Ellas sonrieron (breve y fugazmente) y mi compañera de piso y yo quedamos oficialmente casados. Aún así, el panadero no dejaba de chillar, y yo tenía ganas de decirle que no estaba el horno para bollos. Y Miguel y Jorge esperaban fuera, mirando por la ventana, y yo les sonreía en plan "pues acabáis de ver una boda :D!".
Al final nos fuimos todos a la oficina, sin pasaportes y con la sensación de no habernos registrado correctamente. Sonreí a mi supuesto casero: pobre hombre estaba alterado y ahora su cara parecía un único moflete, rojo. Me quedé con las ganas de decirle que las cucarachas que salen de fiesta en mi baño por la noche le mandaban recuerdos.
Ronda 2
Muy rápida: mi amigo Ilán y yo. Le acompañe a registrarse. Se puso a hablar en chino con la loca de los pelos:
- Vengo a poner los papeles en regla. Piso 115, puerta 328.
- Karl? - le dijo ella, con la misma cara que pondría la madre de Marco si lo hubiera encontrado en el primer episodio.
- No, Karl era el antiguo intern sueco, ahora estoy yo.
- Ok, hay que actualizar el registro
Tonto de mi, miré al ordenador que tenían en un rincón, para ver cómo actualizaba la base de datos. Pero ella pasó de largo, y sacó un archivador lleno de papeles. Buscó la página adecuada, encontró la fila y columna correctas y asintiendo para sí misma dijo: "Karl". Y entonces, más de 50 años de evolución tecnológica decidieron no aparecer cuando la mujer dio la vuelta al lápiz y borró con la gomita trasera el nombre del sueco para escribir "Ilán". A continuación, con la misma ceremonia que un maestro samurai entregando la katana a su aprendiz, sopló los restos de goma del registro, dando por finalizada la actualización.
Os podrá parecer gracioso... pero a mí, como Ingeniero Informático, me pareció muchas otras cosas. Ninguna de ellas buena.
Ronda 3
La última. Paula se tenía que registrar nuevamente al haber extendido su visado, así que, como su compañero de piso (y marido), tenía que hacer acto de presencia en el registro.
Esta vez fuimos con Tang (sí, Tang como aquel zumo), un chico joven que trabaja en recursos humanos. Estaba ya medio cerrando los ojos al entrar para rehuir aquella mirada pretificante, cuando me di cuenta que algo había cambiado en la oficina: ahora el número de ojos que podían contarse en la habitación era par. Y no es que hubiera entrado un tuerto, sino que la loca de los pelos estaba peinada, sonreía y te miraba con dulzura (y por primera vez, con perspectiva). Tomó los papeles, los fotocopió, sonrió, flirteó con el chico-zumo... yo no sabía qué pensar.
- Tang, qué esta pasando? Por qué sonríe? - pregunté inseguro.
- Ahhhh es que ahora es amable, le hemos dado regalos :).
- No entiendo. A qué te refieres?
- Regalos de dinero - me contestó con naturalidad.
- Ah, vale! - contesté yo también con toda naturalidad. Toda la que pude fingir mientras veía a la sobornada danzar por la oficina cantando.
No quise preguntar mucho más (cuanto menos sepa y escriba, mejor). Pero bueno, hay cosas que nunca cambian, incluso a 10.000 km de distancia. Espero no tener que volver muchas más veces, pero la próxima, os la cuento ;).
Un abrazo a todos!